Ven Espíritu Santo, llena el corazón de Tu sacerdotes, enciende en ellos el fuego de Tu amor con un fuego que enciende, que arda y que queme, hasta consumirlo al grado de que ya no quede nada de su viejo ser. Para que Tú puedas vivir, sentir, amar, moverte, y actuar por medio de ellos sin que nada Te estorbe.
Revive en ellos Tus frutos y Tus dones que han sellado sus almas tres veces: en su bautismo, en su confirmación y en su ordenación sacerdotal. Hazlos sentir cual es el fruto y el don que Tú más deseas que se manifiesten en sus personas y que sean el sello de su sacerdocio.
¡Hazlo santo ya! Tu Iglesia necesita con urgencia sacerdotes santos, pero ellos sólo lo podrán lograr con Tu ayuda y Tu gracia.
Yo sólo puedo pedirte por medio de mis pobres oraciones, pero Tú, Dulce Huésped del Alma, el Amor mismo puedes hacer que ellos logren todos Tus propósitos. Los propósitos que Tú has tenido para ellos desde que los escogiste para ser sacerdotes desde toda la eternidad. Te pido que mires su disposición de servirte con sus manos de barro, las cuales Tú puedes transformar en las Tuyas.
Ya sabes que yo especialmente pido para ellos, Tu paz, Tu amor, Tu pureza y Tu alegría, y sobre todo que nada ni nadie jamás pueda perturbarlos.
No permitas que ninguna alma se pierda de las que Tú le has encomendado y que ellos un día junto con todas ellas puedan tener la dicha de alabarte por toda la eternidad en el cielo. Así sea.